Viajar en la aerolínea más grande de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) es conocer la parte chik del mundo árabe. Su flota es más grande que la cantidad de pisos del edificio más alto del mundo, el Burj Jumeira; e incluye al Airbus 380-800, la mas gigante de las aeronaves que existen.
Salgo desde Roma, me espera una ciudad futurista, donde el lujo reboza las complejas estructuras. En el check in se compadecieron de mi retrasada llegada y me dieron la prioridad que le dan a los trabajadores aeroportuarios hacia las sucesivas y engorrosas etapas que se necesitan para emprender un viaje en avión.
Parte de la tripulación te espera en la entrada de la aeronave para darte la bienvenida. Vos mostras el cartón de embarque y te indican que tenes que seguir, y mas atrás; bastante más atrás, te espera un gallinero de alta gama.
Si perteneces a la plebe y vas a la clase economica, entrar al avion es algo a así como una sutil representación donde la lucha de clases es evidente. La diferencia con la business o la primera es la misma de la calidad de vida de los humildes y los ricos. Porque no podemos vivir todos más o menos en una misma franja de equidad, en un avión los ricos comen con plato de porcelana, cuchillos de metal y champagna a granel (los dos últimos estan prohibidos para un pasajero subirlos a bordo). Aunque sea sin querer, provoca rencores. A medida que se avanza por el estrecho corredor una envidia repulsiva y abrumadora que se adueña de uno, mientras deseas con todas tus fuerzas que por algun designio divino se hayan equivocado en la asignación de asiento o el que te tocó esté roto y no tengan mas remedio que ascenderte del noveno círculo del infierno hasta le paraíso.
Si tu posición social te alojó en los suburbios del Airbus, puede pasar que cuando llegas a la fila 41, no te diste cuenta de pedir pasillo y te das cuenta que vas a quedar atrapado entre la diminuta ventanilla y dos personas a las que vas a tener que sobrevolar cada vez que quieras tomar aire. La ventanilla tiene alguna ventaja, claro: allá afuera la inmensidad te abraza, ves como se abre el cielo y aprecias la maravilla de las nubes.
Emirates tiene una azafata para cada idioma; no soy biblicista, pero algunas alegorías de esa novela resultan fantásticas. Más que nunca, pienso en la torre de Babel con la que los hombres alcanzarían el cielo. Dios hizo que sus constructores hablen diferentes idiomas para hacerlos dispersar. Viste Dios, hoy el mercado les impone hablar muchas lenguas para contradecir tu voluntad.
Decía entonces, que encontrar una argentina en cada tramo no es una casualidad al fin y al cabo. Tienen una mezcla árabe/occidental para mostrar su apertura cultural: visten típicos trajecitos de blazer y pollera tubo mientras un lienzo de fina gaza bordeaux les cuelga del sombrero y atraviesa el rostro.
Lo novedoso es que el avión tiene cámaras tanto adelante como atrás para ver en tiempo real el carreteo en el despegue y aterrizaje en tu pantalla individual. Gran buena idea.
Lo impactante de Emirates es que de noche ves las estrellas. Literal. Cuando en otros aviones se destacan las luces del baño y los cinturones de seguridad, aquí, se impone una vía lactea.
Julio 2011
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