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La Vella si breve, dos veces bella.


Andorra- Enero 8, 2012. Desde el aeropuerto de la fantástica Barcelona hasta Andorra la Vella no hay demasiado, se ven algunas fábricas y luego comienzan a verse, a los lados, pueblos incrustados en las montañas. Por un momento pienso que están pintados, pero esta sensación ya la tuve en la profunda Calabria y es signo europeo aprovechar cada centímetro de tierra. A lo lejos, un grupo de formaciones orogénicas conocidas como Los Pirineos Orientales. Al acercarte te das cuenta que de cuan ásperas son, puntudas e irregulares, un cúmulo de piedras porosas unidas por bosques que las contienen. Un atardecer anaranjado se proyecta en las nubes y arma una fogata que flota en el aire.
     Andorra es un emblema de civilización entre cerros que no superan los tres mil metros de altura; de humanidad evolucionada en un clima hostil y que, en menos de 500 km cuadrados hace obras de ingeniería que permiten viabilidad confortable en el ocho por ciento urbanizado y cultivado. El 92 por ciento restante del territorio está dedicado a las montañas y los bosques.
    De los 85 mil habitantes que tiene este minúsculo país hay un gran porcentaje de extranjeros, (portugueses y españoles en su mayoría) que vinieron a instalarse en los noventa sobretodo por la falta de trabajo en sus países. Con la misma anuencia, los andorranos recibieron trabajadores temporarios latinoamericanos y, en muchos casos porque hacen los trabajos que los locales no quieren hacer.
     Un vasco me contó que hace siete años tenía ocho empleados y hoy tiene la mitad; una patrullera socorrista de la Estación de sky de Gandvalira años atrás tenía un solo día de franco y hoy llega a tener tres. Nadie hace horas extras y recortan personal luego de haberlo contratado porque el turismo bajó notablemente. Y además, la temporada invernal comienza con mas de un mes de retraso por el cambio climático.
       “Grácies”,  intento decir cuando me subo a un Audi último modelo pensando en exteriorizar mi capacidad de adaptación, cuyo idioma oficial es el catalán. Pero el conductor es rumano, paradojalmente ningún local se va a rebajar a levantar a una sudaca que le pide un aventón. Lleva equipo de esquíes nuevos y otros dos compatriotas bordo; tiene ropa de marca que compra en las rebajas de invierno que comenzaron hace tres días y cuyos beneficiarios hicieron cola de madrugada en la puerta de los locales. Cuando estas se abrieron, se los vio entrar como rebaño en faena. Andorra es zona libre de impuestos, de allí el beneficio comercial que representa, junto con el turismo, el sesenta por ciento de la actividad económica del país.
       Vamos subiendo por una carretera de cuatro carriles que serpentea uno de los dos valles con los que cuenta el Principado. La ruta nace en España y pasa por la Capital, Andorra la Vella, y de allí se bifurcan dos caminos en subida que llevan a las siete localidades (parroquias) que componen el país. A medida que se sube por el camino de la derecha, se comienza a ver el centro de sky Grandvalira,
        En Andorra, el sky es una materia curricular en la escuela. De solo pensar que en Bariloche solo desde hace unos años existe un programa para enseñar el deporte a niños de bajos recursos, me da fastidio. Que poco y que tarde distribuimos la riqueza de nuestros recursos naturales y que costumbre de hacerlos elitistas. Argentina es una mina de oro, de la cual poco menos de la mitad de la población recibe sus migajas.
         Al bajar la montaña no se ven lagos, pero te escoltan los cañones que hacen nieve artificial y salvan las temporadas donde la natural escasea.
         Los rusos son a los andorranos lo que los brasileños a los barilochenses: su meca invernal, su plaga.
       Andorra un país exquisito en cuanto infraestructura para el turismo invernal y en cuanto a su vida social de origen tan híbrido como la fondeu de quesos típicos franceses y españoles que deleitan una noche de frío en la parroquia de Escaldes.
        En el viaje de vuelta no pude dejar de contemplar el paisaje, el verde de los bosques por escasez de nieve y el gris de las paredes de roca que enmarcan la ruta. Por último, tuve una sensación de pequeñez como resultado de comparar el lugar con la Cordillera de los Andes. No es falso chauvinismo, pero la inmensidad es un monstruo difícil de combatir. Y la evolución también.

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