Ya no cabe una sola bandeja más en la
mesa de dulces típicos hechos a mano por la mamma, la
intocable e indiscutible madre italiana. Ella es la anfitriona, ama y
señora. Ofrece bebidas de todo tipo y color.
El espacio es cuadrando y pequeño;
muchos están parados. Es la casa de la novia, allí arriban sus
invitados antes de ir a la iglesia. El novio, por otro lado, está en
su casa con sus respectivos invitados. Aún no ha visto a la novia.
Es una casa pequeña, enclavada en una
incómoda callejuela del centro histórico de San Cosmo Albanese.
Afuera llueve como si fuera la última vez. Arroyos de agua corren
por entre los gruesos adoquines que decoran la calle y desembocan en
la entrada de la casa. Como toda la Calabria, el territorio es
asimétrico e irregular. Las construcciones datan del siglo XV,
cuando se conformó este pequeño pueblo que tiene hoy poco más de
seiscientos habitantes.
La novia se está cambiando en su
cuarto del primer piso, en cuestión
de momentos se casará bajo el rito griego bizantino ortodoxo.
Baja las escaleras escondida entre
tules blancos que le cubren la cabeza y los hombros. El vestido es
amplio y los accesorios lo agrandan aún más. Lleva guantes, aún
así dejará huella al pasar por la Patria del Señor.
Se sienta en el sillón de la casa. Le
sacan fotos mientras los familiares le tiran confites y la rebasan
con los cumplidos del caso.
La tradición dice que la novia y su
comitiva deben ir a pie hasta la iglesia San Cosma e Damiano, pero el
viento y la lluvia azotan, no será posible. La iglesia está al pie
del centro histórico, que está rodeado por una inmensa campiña coloreada de verdes
y marrones.
La
ceremonia será en italiano y no en arbereshe,
dialecto
del idioma albanés (influido por el italiano y el griego), que
se utiliza en esta comunidad de la provincia de Cosenza, descendiente
directa de los albaneses que se instalaron en la Italia durante los
siglos XV y XVI después de la invasión del Imperio otomano sobre
Albania. Descubrí que Ernesto Sabato era de una familia con estos
mismo orígenes.
Los vestidos se dinamizan y los
peinados se desarman. Los paraguas, enemigos del viento, pasan de ser
cóncavos a ser convexos con gran facilidad. Los árboles parecen más
flexibles que un junco y el cielo se pone cada vez más negro.
En medio de este clima apocalíptico,
la novia baja del auto. Tiene que superar una amarga escalinata hasta
llegar a los brazos de su esposo. Él la va a buscar a la puerta de
la iglesia. Así entran juntos, a la Patria.
Hay dos testigos, uno para cada uno.
Para concretar el sacramento bajo rito griego bizantino, hay que
superar varias pruebas. La ceremonia comienza cuando el cura entrega
coronas a los novios simbolizando la purificación en sus vidas y su
buena voluntad para recibir a Cristo.
En otro acto solemne los novios
reciben los anillos como símbolo de unión. Los testigos deben
cruzar las coronas y los anillos. Repiten cada acto tres veces para
simbolizar e invocar la presencia mística de la Santísima Trinidad
(Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Todo acto de fe lleva consigo una
danza. Una motivación del cuerpo que no lo deje estático. En este
caso, me deleitan con “la danza de Isaías”: el sacerdote guía a
los novios en un círculo alrededor del altar, donde han sido
ubicados los Santos Evangelios y la Cruz, simbolizando los primeros
pasos como recién casados y la iglesia representada por el
sacerdote, guiándolos en el camino que deberán andar. Atrás van
los testigos sosteniéndoles las coronas y las infantes de blanco que
pisan sus vestidos mientras sostienen el de la novia. Este acto
significa la eternidad del matrimonio.
Comen un dulce de miel, fuerte y
empalagoso, que horas más tarde en la fiesta estará preparado en
forma rectangular para que los novios tiren de los lados opuestos. El
que se quede con el pedazo más grande, es el que mandará en el
hogar.
Para ayudar al descenso del masacote, el
cura ofrece vino a los recién casados. La copa terminará quebrantada con vehemencia en el piso. Es tradición que si tomaron de
ella los novios, nadie más podrá hacerlo. Esto simboliza alguna
contienda con final desafortunado de los concubinos.
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